mardi 28 mai 2024

URBES LUMINOSAS

Por Edward W. Hood

Northern Arizona University

Con las interesantes y desconcertantes narraciones de Urbes Luminosas, Eduardo García Aguilar (Manizales, 1953) agrega una nueva dimensión a su obra. Anteriormente había publicado un libro de leyendas mitológicas, Palpar la zona prohibida (1984), un estudio crítico sobre los primeros intentos cinematográficos de Gabriel García Márquez, García Márquez; la tentación cinematográfica (1985) y tres novelas: Tierra de leone (1986), bulevar de los héroes (1987) y El viaje triunfal, ganadora del premio Ernesto Sábato para escritores colombianos, en 1989.

Urbes luminosas consta de veinticinco relatos cortos, divididos en tres secciones: Orgías y maniquíes, las buhardillas del fin del mundo y Stendhal y Flaubert en el estómago. Los títulos se refieren a temas y motivos recurrentes en el libro: la actividad sexual, la personificación de maniquíes y otras máquinas, la literatura. El epígrafe: “El estatuto del extranjero es de verdad lo único que hoy hace posible vivir”, del francés Paul Morand, anuncia un viaje, posiblemente de escape. Sin embargo, las escalas en el itinerario de este volumen –las fabulosas urbes luminosas del título- nos presentan los aspectos más feos y repugnantes de las grandes ciudades cosmopolitas y el lado más perverso del hombre moderno. Los diversos textos de Urbes luminosas, que llevan a su lector a los rincones más distantes y menos atractivos de nuestro mundo, por ser variados, desafían una fácil clasificación.

Muchos de los relatos son evidentemente autobiográficos. Tjüeren Ferdinand tiene como protagonista a un colombiano joven que trabaja durante cuatro meses como lavaplatos en un restaurante de las afueras de Estocolmo. Plaza Río de Janeiro, acaso revive las experiencias personales del autor durante el terremoto que devastó la capital mexicana en septiembre de 1985. En La víspera del desastre, el narrador experimenta una premonición que plasma en sus escritos. El texto termina con las siguientes palabras: “El 19 de septiembre, los que nos salvamos de milagro en la colonia Roma, volvimos a nacer. Lo que en cierta forma es una variedad de la muerte” (129). A su vez, el narrador de Crónica de la urbe luminosa, contempla la monstruosa capital mexicana desde el piso 28 de la Torre latinoamericana.

A través del libro se encuentran alusiones a los problemas sociales y políticos e Colombia y otros países de Latinoamericanos. En Las primeras batallas del amor, que presenta la represión contra los estudiantes universitarios, “el presidente Pombo, el cardenal Armadillo y el ministro de Defensa, el general Bello Uria”, asisten al entierro de un caballo militar muerto por los estudiantes (46). El protagonista de Las buhardillas del fin del mundo, observa el “fuego tenaz y nocturno que salía del Palacio de Justicia”(58). En el gran show de Panamá, al describir un burdel local, el autor destaca la decadencia y la podredumbre del ambiente en la zona del canal. En Crónica de Guatemala, un hombre que lleva dinero para la guerrilla ve, después de asistir a un concierto de música rock, cómo asesinan a su contacto en la calle.

El horror de la violencia que han sufrido Guatemala y El Salvador se describe en Crónica de Guatemala y Diálogo con los zopilotes. En la primera, se capta la distancia y el desentendimiento de los inocentes visitantes. “La muerte rondaba por todas partes. En el mercado nadie se veía contento por la falta de clientes, las vendedoras le dijeron que ya los negocios no prosperaban, sólo algunos europeos y gringos “invisibles” –invisibles porque ellos ni entendían ni eran víctimas de lo que pasaba allí- caían de vez en cuando y huían de los guías desempleados que como mendigos de Calcuta los perseguían por algunas monedas hasta llegar al mercado, donde compraban productos de cuero o camisas bordadas con colores exóticos” (80). En Diálogo con los zopilotes, un cuento kafkiano, el narrador hace una visita al horroroso Playón de la muerte –lugar de despósito para los cadáveres de las víctimas de los escuadrones de la muerte- donde siente que poco a poco se convierte en un buitre que busca la muerte.

No obstante su acento pesimista, en el libro también hay humor. Quizá el relato más divertido sea Caribe Express, en el cual un cachaco (acaso el escritor) describe la costa atlántica, desde Riohacha hasta Cartagena, recurriendo a la historia colombiana y a muchos de los personajes y episodios de las novelas de Gabriel García Márquez. Aquí la fusión de la literatura con la vida es completa.

A fín de cuentas, el exilio al que se refiere el epígrafe de Paul Morand es ilusorio, pues en todas partes hay problemas. Pero en todas también se percibe el apego de los seres humanos a la vida, el afán de sobrevivir y el anhelo de mejores mundos, de verdaderas urbes luminosas.