samedi 1 octobre 2022

MUJERES OCULTAS EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA


Por Eduardo García Aguilar

Las escritoras fueron desdeñadas durante el auge del llamado "boom" de la literatura latinoamericana y solo ahora en diversos países comienza a recuperarse del ocultamiento las obras de muchas de ellas. Cuando el club ultramachista de la literatura latinoamericana reinaba desde Barcelona, comandado por la gran matriarca Carmen Balcells, casi todas las mujeres que escribían y publicaban entonces alrededor de la corte de los poderosos patriarcas eran toleradas solo como personajes folclóricos.

A la gran novelista colombiana Alba Lucía Ángel (1939), autora de Estaba la pájara pinta estaba sentada en un verde limón, se le consideraba más como una cantante que amenizaba los ágapes de sus amigos del boom, entre ellos el argentino Julio Cortázar, quien acuñó el término de lector "hembra", o sea al que le gustan las lecturas fáciles. Ángel, que después de vivir décadas en Europa, regresó a Colombia, ha sido recuperada por varias universidades y mujeres de las nuevas generaciones que encuentran en ella un modelo a seguir. Como ella, también la indomable Fanny Buitrago (1943) es otra de las más notables autores latinoamericanas que comienza a ser publicada de nuevo y seguida por un atento público lector que saludó desde su juventud su talento precoz. Entre sus obras figuran El hostigante verano de los dioses y Los pañamanes.

Otra escritora destacable fue Helena Araújo (1934-2015), autora de Fiesta en Teusaquillo y Las cuitas de Carlota, donde cuestionaba el tradicional mundo bogotano y las costumbres sociales de la élite, cuando el divorcio era casi considerado un delito. Araújo se exilió en Suiza y a lo largo de su vida desempeñó un gran papel como profesora y ensayista y lúcida y a veces excéntrica participante en coloquios.
 
Para seguir en el campo de la narrativa colombiana habría que destacar a la barranquillera Marvel Moreno (1939-1995), autora de En diciembre llegaban las brisas y Algo feo en la vida de una señora bien, quien estuvo cerca al círculo del boom, pero nunca fue tomada en serio. Incluso décadas después de muerta  tuvo que organizarse un movimiento de mujeres que exigió la publicación de su última novela, El tiempo de las amazonas, considerada por su familia y su ex primer marido como una obra menor impublicable.

Otra narradora, periodista, activista literaria y política fue la liberal Flor Romero de Nohra (1933-2018), autora de Los triquitraques del trópico, quien pese a publicar en importantes editoriales españolas fue desdeñada hasta el final. En pleno auge del boom, fui testigo de ese desdén y ella, como muchas otras autoras contemporáneas de los grandes patriarcas, parecía invisible.

Elisa Mújica (1918-2003,) autora de las novelas Catalina y Bogotá en las nubes, fue una escritora de gran inteligencia, talento y seriedad como ensayista e investigadora, y su obra comienza a ser de nuevo rescatada y estudiada por las nuevas generaciones. Igual destino tuvieron en cierta forma poetas que como Meira del Mar (1922-2009) y Maruja Vieira (1923) tuvieron que cruzar el siglo XXI para que suscitaran de nuevo la atención de los lectores. En ese mundo dominado por los piedracielistas, otro club supermasculino, ellas solo fueron toleradas y tal vez tratadas con cortesía, pero en medio del desdén.

Me he referido solo a algunas autoras colombianas ocultas del siglo XX. Lo mismo ocurrió en otros países del continente, donde como en México el reino de los grandes patriarcas fue total, con figuras como Octavio Paz, Carlos Fuentes y otros que vívían la literatura como una competencia implacable. En ese país se ha venido revalorizando la obra de la gran narradora Elena Garro (1916-1998), ex esposa de Paz, que fue condenada al olvido y murió en el ostracismo y la pobreza meses después del fallecimiento del Premio Nobel autor del Laberinto de la soledad.

La gran novela de Garro, los Recuerdos del porvenir, publicada en 1963 y ganadora del Premio Villaurrutia, es una obra notable del realismo mágico de antes de la aparición de Cien años de soledad, pero no tuvo sitio en ese estricto canon patriarcal. Junto a la de Garro, se rescatan ahora las obras de Rosario Castellanos (1925-1974), Inés Arrendondo (1928-1989)  y Amparo Dávila (1929-2020), entre otras.

Muchas sorpresas saldrían si se hiciera el mismo rastreo de la literatura escrita por mujeres en otros países latinoamericanos en el siglo pasado y ojalá esa tarea sea apoyada por las universidades, instituciones culturales y editoriales para que por fin podamos decir adiós a la era dominada por el universo de Macondo, comandado por Aureliano y Jose Arcadio Buendía y los personajes emblemáticos de El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y Memoria de mis putras tristes.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de septiembre de 2022.


  


 


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