samedi 6 avril 2024

HUMANISTA, EDITOR Y POLÍGRAFO

 Por Eduardo García Aguilar

La trayectoria vital, intelectual y literaria del escritor y editor santandereano Efer Arocha se ha desarrollado en gran parte en el exilio en París, a donde llegó como tantos otros colombianos de su generación obligado por las circunstancias de la represión y la persecución que en el siglo XX se aplicó en Colombia a quienes luchaban por un país con más justicia social. Varias generaciones de colombianos que tuvieron suerte y sobrevivieron, pudieron refugiarse en diversos países del mundo que los acogieron y donde ejercieron en paz sus profesiones y desarrollaron sus vocaciones, como es el caso de Efer Arocha y miles de nuestros ciudadanos en Francia.

Como humanista, Efer Arocha ha sido multifacético y polígrafo. Primero como docente en diversas instituciones educativas francesas donde enseñó a los jóvenes literatura, ciencias humanas y políticas, luego como promotor cultural y editor, al mando de la revista bilingüe Vericuetos, que a lo a lo largo de cuatro décadas ha difundido la literatura colombiana y latinoamericana en Europa, y finalmente con la publicación de una obra miscelánea compuesta por novelas experimentales, relatos variados y ensayos sobre diversas temáticas humanísticas. Uno de sus aciertos editoriales fue la publicación en 1996 del primer libro del Premio Rómulo Gallegos colombiano, Pablo Montoya, "Cuentos de Niquía", en la colección Escargot au galop, que él dirige.

La característica fundamental que ha animado sus actividades humanísticas ha sido la generosidad y el gran amor por Colombia, por lo que en estas cuatro décadas de exilio ha animado innumerables actividades públicas, festivales, ferias, coloquios, presentaciones de libros, para promover a los autores y autoras colombianas de las distintas regiones del país o luchar por el cambio en el país hacia una vida más justa y humana en el marco de la paz. 

En esas actividades ha compartido la acción con otras figuras latinoamericanas del exilio como el escritor hispano-uruguayo Fernando Aínsa, quien fue director literario de las publicaciones de la UNESCO, el académico uruguayo Olver de León, el poeta y editor chileno Luis del Río Donoso o el hispanista francés Claude Couffon, entre otros muchos.  

Efer se inscribe pues en la tradición de colombianos y latinoamericanos que a través de los siglos han vivido aquí atraídos por la cultura, el mundo editorial y la mezcla de pueblos y viajeros. En los viejos tiempos estuvo Bolívar, que vivió la coronación de Napoleón, y su rival Santander, quien dejó un diario de su periplo, y después estuvieron los hermanos Cuervo, Ezequiel Uricochea, José María Vargas Vila y Cornelio Hispano, quienes publicaban sus libros aquí. Y en el siglo XX Eduardo Santos trajinó París en los años de entreguerras, así como Luis Vidales, el autor de Suenan timbres, antes de que llegaran Eduardo Caballero Calderón, quien escribió la novela parisina El buen salvaje, y García Márquez, que varado al cierre del diario El Espectador, redactó en 1957 en una pensión del barrio latino El coronel no tiene quien le escriba.  Después residió en estas tierras el escritor afrodescendiente Arnoldo Palacios, autor de Las estrellas son negras, objeto ahora de homenajes por su centenario, a quien siguió Óscar Collazos, originario de Bahía Solano, que presenció los acontecimientos de mayo del 68. 

En la actualidad hay un sólido grupo de escritores y humanistas latinoamericanos que continúan con la tradición de esas generaciones literarias presentes a lo largo de los siglos. Hay peruanos, mexicanos, chilenos, argentinos, colombianos, uruguayos, brasileños, que aunque no tan famosos como los del boom, viven su vida literaria con pasión, cuando América Latina ha pasado de moda en Francia. En este siglo han vivido aquí escritores colombianos como Julio Olaciregui, Pablo Montoya, Jorge Torres, Myrian Montoya, Luisa Ballesteros, Camilo Bogoya y Carolina Bustos, entre otros.

Rodeado de libros como un eremita, Efer Arocha, mestizo hijo de padre blanco y madre indígena, es un erudito que explora ampliamente los diversos temas de las ciencias humanas y la historia, anclándose en las letras clásicas y los saberes ancestrales del campo y las selvas colombianas, que él frecuentó en sus años juveniles y utópicos luchando por el cambio del país. 

Su obra literaria es de tipo experimental, como ocurre en sus novelas "Quitándole el punto a la i" y "Un pingo envainado" y en sus múltiples historias, crónicas y relatos breves, que buscan el juego y la ironía, lejos de la prosa comercial y cerca del espíritu lúdico del movimiento OULIPO (Taller de literatura potencial), animado  en Francia en los años 60 del siglo pasado por Raymond Queneau y Georges Perec, entre otros. También ha publicado, entre otros, los libros de ensayo "Los escritores en la comuna de París" y "El ciudadano, la horizontalidad de la sociedad y el Estado", escritos con gran rigor académico.

 

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