Por Eduardo García Aguilar
La colombiana es una literatura inscrita en el gran contexto hispanoamericano, a veces rezagada, otras adelantada, pero siempre en camino fértil. Varias generaciones se han expresado y hay obras magníficas que han dejado su huella en todos los géneros.
Una serie de libros clásicos que nos han marcado, como La María, La Vorágine, De sobremesa, La marquesa de Yolombó, Morada al sur, Summa de Maqroll el Gaviero, y obras de Porfirio Barba Jacob, Fernando González, Osorio Lizarazo, León de Greiff, Jorge Zalamea, Fernando Charry Lara, y entre las mujeres, Matilde Espinosa, Elisa Mújica, Maruja Vieira, Meira del Mar, Carmelina Soto, Helena Araújo, Marvel Moreno, María Mercedes Carranza, entre tantas otras.
Después
de García Márquez y su espectacular éxito, hay varias generaciones
excelentes de autores que por desgracia han pasado inadvertidos, pero
cuyas obras algún día serán revisadas. Pienso en los nacidos en los 40,
que escribieron inicialmente en la revista ECO y pensaban
en una literatura conectada con el mundo que no solo reivindicara el
lado tropical, típico, de las tierras ultramarinas. Todos ellos fueron grandes ensayistas, lectores, viajaban por todas las literaturas y leían en sus lenguas a los grandes clásicos contemporáneos europeos con los que se identificaban, alejándose de lo telúrico.
Pienso
en R.H. Moreno Durán, Oscar Collazos, Hugo Ruiz, Héctor Sánchez, Fernando Cruz Kronfly, Darío Ruiz Gómez, Ricardo Cano Gaviria, Roberto Burgos Cantor y tantos otros que
tuvieron discípulos en las nuevas generaciones y los seguirán teniendo,
pues no debe ser una condena hablar de las tragedias nacionales y las
taras del mundo que nos tocó, ya que abrirse al universo, romper
fronteras y liberar la escritura de los propósitos nacionales,
hundiéndose en el tiempo pasado y el futuro era una de sus
reivindicaciones máximas como generación. También se destacan en poesía los nadaístas y la llamada G
eneración sin nombre.
En
la actualidad están en plena actividad varias generaciones de autores
nacidos en los 50, 60, 70 y 80 del siglo XX con una actividad literaria
vigorosa y tan variada y múltiple, que es casi imposible seguirlos, pues
cada año aparecen cientos de libros de nuevos autores colombianos.
Pero esa proliferación es benéfica, ya que no sabemos lo que el tiempo
decidirá sobre las obras que hoy son inaudibles o alejadas de la
propaganda y la promoción comercial. Pienso en Albalucía Angel, Beatriz Zuluaga, Fanny Buitrago, Annabel Torres, Orietta Lozano, Eugenia Sánchez Nieto, Sonia Truque Vélez, Gloria Posada, Consuelo Triviño, entre las renovadoras que abrieron el camino a las nuevas millenials de hoy.
En
cada región del país hay una vigorosa literatura en todos los campos:
ficción, ensayo, poesía, dramaturgia, crónica. Todo ese material estará
ahí como la prueba de que en Colombia, pese a la algarabía de la
terrible realidad cotidiana, la cultura sigue siendo un ejemplo para
muchos jóvenes de todos los orígenes
y regiones que se niegan a que el país sea uno dominado por ignaros
gamonales cuyo único fin es el dinero y el poder. Todos ellos con sus
poemas, ensayos, novelas, crónicas, dejan para la historia el testimonio
de que la cultura es más importante que el griterío de la
politiquería.
Se escribe ahora con pasión para conjurar los demonios del país, abrirse al mundo, y lo más destacable tal vez en este momento es la irrupción de una generación de jóvenes mujeres muy brillantes e incisivas,
escritoras e intelectuales de gran nivel que están renovando la
literatura colombiana y diciendo adiós a esa literatura que hasta hace
poco era, salvo excepciones, asunto de hombres, machos alfa que
controlaban el terreno con mucho celo y miraban a las mujeres como
convidadas de piedra. Es el derrumbe del falo de José Arcadio Buendía en
la literatura colombiana.
Para
cualquier observador es claro que la irrupción de esa variada
generación de nuevas autoras es el más interesante fenómeno de la
literatura colombiana actual. No son las primeras porque antes hubo
muchas autoras que ejercieron con rigor y pasión las letras en el siglo
XX, innovaron, escandalizaron, removieron el terreno, pero fueron
ignoradas, subvaloradas, ninguneadas, como es el caso de muchas poetas
del siglo XX que serán descubiertas poco a poco por los arqueológos de
la literatura colombiana, cuando sea ya definitivo el derrumbe de José
Arcadio Buendía y los cuchilleros misóginos y machistas de Crónica de una muerte anunciada.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 14 de marzo de 2021. En la foto León de Greiff.
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