Por Eduardo García Aguilar
En su nueva obra Cada oscura tumba, publicada por Planeta, Octavio
Escobar Giraldo amplía los espacios y ámbitos de sus novelas, al
dirigir ahora el espejo stendhaliano a Bogotá y la vida de los
provincianos inmigrantes que luchan por la vida en la caótica capital
colombiana. La mayor parte de sus novelas han
tenido como escenario su ciudad natal, Manizales, a la que ha tratado de
captar desde diferentes ángulos con ayuda de sus diversos instrumentos
quirúrgicos, ya que es un narrador que se inscribe en la rica tradición
de escritores médicos como François Rabelais, Anton Chejov, Arthur Conan Doyle, Mijail Bulgákov, Joao Guimaraes Rosa, Louis Ferdinand Céline o su coterráneo Tulio Bayer.
Aunque el narrador médico deje de ejercer la
profesión y se dedique de lleno a la escritura, quedará para siempre
marcado por ese contacto directo con la miseria humana a través del
desciframiento de los males que aquejan a sus pacientes o del estudio
minucioso en la universidad del funcionamiento de los cuerpos en
relación directa con las complejidades psíquicas del individuo. Tiene por lo tanto una gran libertad para desentrañar los humores, traiciones y patrañas de los personajes.
En su anterior y premiada novela negra Después y
antes de
Dios (2014), el autor había desplegado
todos sus recursos al contar una historia terrible que sucede en una
ciudad conservadora y taimada. Y a través de esos acontecimientos abre
el vientre la urbe con sus tumores impronunciables, pero a la vez abre
carreteras para la fuga. Igual hace ahora con la
infernal Bogotá de las clases bajas, en esos barrios polvorientos y
decadentes donde entre el bullicio apocalíptico y el peligro pululan
millones de ajetreados habitantes agobiados por deudas, crímenes
inconfesos, angustias económicas, deudas, deseos, traiciones, delitos,
turbios pasados. Siempre a punto de ser atropellados o atracados.
Bogotá alberga en su seno un fresco del país, y en
cada ser, antro o habitáculo vibran esas fuerzas del pasado y de las
regiones abandonadas en pos de una mejoría vital o económica que nunca
llega o si llega puede desplomarse de un momento a otro. Escobar Girarlo
logra con maestría hacernos visitar esa Bogotá contemporánea a través
de personajes diseñados con ironía y sarcasmo y sin piedad. Y no olvida
el paladar, al describirnos las arepas de huevo con chicaharrón
crujiente de la seño Amalia o las albóndigas y empanadas de Donde Heidi,
propiedad de Hildebrando Ramírez.
Melva Lucy, que vivió en Buenaventura, donde dejó a
un novio al que aun ama, trabaja en el descuidado restaurante Donde
Heidi, frecuentado por mecánicos, comerciantes, obreros, maleantes y
hasta discretos asesinos, varios de los cuales conquetean con la joven.
Entre ellos figuran Ignacio, apodado El Suave, un maniático pulcro y
solitario que vive solo y guarda secretos, así como el traqueto y
machista Edgar Garay, próspero administrador de tres discotecas en la
calle 53.
A ella le han matado a su hermano menor Anderson en
el marco de los crímenes de los falsos positivos y lucha para que sea
castigado el responsable del crimen, un militar que logra con argucias
jurídicas aplazar y alejar los pasos de la justicia, pese al trabajo de
idealistas y benévolos abogados defensores de derechos humanos, entre
ellos Gabriel Álvarez Cuadrado.
Cuadrado trabaja con colegas para esclarecer los
crímenes que afectaron a miles
de jóvenes inocentes asesinados por el ejército. Se ha separado de la
abogada Consuelo, su novia costeña que no aguantó la presión y ahora
sale con la editora ibaguereña Paula Cristina. Además tiene afecto por
el viejo abogado anacrónico, erudito y pobre Rosales, al que suele
obsequiarle corbatas y trajes. Todos ellos son seguidos y corren peligro
a causa de sus averiguaciones.
La acción transcurre cuando avanzan las polémicas
negociaciones de paz del gobierno con la guerrilla de las FARC, que
suscitan acaloradas discusiones en el país, descritas por el novelista a
través de muy cincelados y abundantes diálogos, uno de los méritos más
logrados de la novela. Varios espacios de la Bogotá céntrica, como las
inmediaciones de la Universidad Nacional, Parkway, Chapinero Alto,
Quinta Paredes y otros lugares son descritos con acierto, creando un
fresco de una ciudad implacable que también guarda remansos.
Novela negra ágil, veloz, con un lenguaje preciso,
Cada oscura tumba hace parte de la lista de esas novelas bogotanas que
tratan de desentrañar el alma capitalina desde los tiempos de la gran
trilogía de Osorio Lizarazo hasta Fiesta en Teusaquillo de Helena
Araújo, Los parientes de Esther de Luis Fayad, Opio en las nubes de
Rafael Chaparro o Todo pasa pronto de Juan David Correa, entre otras.
Pero como en casi todas las novelas de Escobar, hay un viaje sorpresa
que nos saca de allí y nos lleva esta vez a Honda y sus alrededores,
bajo la canícula del río Magdalena.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 28 de mayo de 2022.
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